lunes, 26 de octubre de 2015

HISTORIAS GUAYACAS DE LEYENDAS URBANAS

HISTORIAS GUAYACAS DE LEYENDAS URBANAS

LA DAMA TAPADA


La Dama Tapada aparece como una creencia popular alrededor del año de 1700 en la ciudad de Guayaquil.
Esta leyenda nos cuenta la historia de una dama que aparecía alrededor de la media noche a los borrachos que frecuentaban callejones no muy concurridos a la altura del cementerio antiguo, al bajar de la iglesia de Santo Domingo en la ciudad de Guayaquil.
Esta joven solo perseguía a mujeriegos luciendo hermosos atuendos entre estos un elegante vestido negro de la época y un muy bonito velo que cubría su rostro, el cual no permitía ser reconocida por sus víctimas.
La leyenda cuenta que la dama emanaba a su entorno una fragancia agradable, seduciéndolos y haciéndolos entrar en trance o dejándolos hipnotizados, obligándolos así a seguirla pero no permitía que se le acerquen a menos de un metro. Los mujeriegos impactados por su belleza la perseguían sin percatarse al lugar que se dirigían  llegando así al Cementerio General, lugar en el cual la dama se disponía a descubrirse el rostro, diciendo estas palabras: Ya me conoce usted como soy, Ahora si quiere seguirme, sígame. En instantes su rostro tan hermoso se iba descomponiendo hasta llegar a ser una calavera, de la que fluían olores nauseabundos.  Al ver esto las víctimas quedaban impactadas y morían algunas por el susto, otras por el olor pestilente. Muy pocos sobrevivían los que fueron calificados por la cultura popular como tunantes. Ella después de aparecer de esta manera seguía su camino hasta desaparecer.

VICTOR EMILIO ESTRADA


 Dice la leyenda que Víctor Emilio Estrada (ex presidente del Ecuador en 1911) era un hombre de fortuna, acaudalado y de sapiencia, todo un caballero de fina estampa. Las personas de esa época decían que el caballero había hecho un pacto con el Diablo, y que cuando muriera él mismo vendría a su tumba a llevárselo.
Víctor Emilio Estrada construyó una tumba de cobre para que el Demonio no invadiera su descanso.
Al morir fue enterrado en su tumba de cobre, una de las más grandes del cementerio de Guayaquil. El Demonio quiso llevarse su alma al infierno como habían pactado, pero en vista de que no pudo éste lo maldijo y dejó varios demonios de custodios fuera de su tumba para que lo vigilaran y no lo dejaran descansar en paz. Desde ese día Víctor Emilio Estrada no descansa en paz y todas las noches sale a las 23 horas con su sombrero de copa y su traje de gala por la puerta uno del famoso cementerio de Guayaquil, a conversar con las personas que se detienen a coger el bus en la parada y que suele subir a taxis en traje de gala y sombrero de copa.
William Merelo, quien pinta tumbas y vende flores, dijo que su padre, Segundo Merelo, trabajó en el cementerio y le contó que una vez vio a Estrada. “Vivíamos en Machala y Piedrahíta. Dijo que lo vio entrar a las 2 de la mañana por la puerta 7”.
 
El Naranjo encantado

 
Se dice que en el Cerro del Carmen arriba del cementerio por los tanques de agua en la punta del cerro, más de una persona de las que vivían por ahí, sobre todo los caballeros, se encontraba con un frondoso árbol de naranjas, en seguida corrían a probarlas, su sabor era tan exquisito, que no dudaban en llevarse algunas a su hogar, entonces era cuando surgía el problema, no podía conseguir el camino a casa, y de tanto intentarlo decidían no llevar las naranjas, de inmediato y como magia logran salir de su laberinto y llegan a casa. Se dice que este árbol era el naranjo sagrado de los Huancavilcas y nadie podía tocar sus frutos; que muchos chicos se perdieron desde que se fundó la ciudad en el cerro.

El cementerio de Guayaquil es un cofre de mitos y leyendas urbanas

El rápido caminar de un guitarrista por el interior del Cementerio de Guayaquil es frenado por un sobresalto causado por un gato que salió de detrás de uno de los mausoleos.
Son pasadas las 17:30 y el camposanto está próximo a cerrar. Quizás ese sea el motivo de su apuro. De pronto, el hombre, que luce un saco azul y lleva una guitarra en su mano, se detiene algo asombrado. Sobre el sepulcro del empresario José D. Feraud Guzmán, cinco gatos maúllan. Entonces acelera de nuevo el paso y desaparece en medio de angostos pasadizos.
Para el músico y muchos visitantes del cementerio resulta curiosa la presencia masiva de gatos, especialmente en los alrededores del ingreso de la puerta 3.
Se cuenta que años atrás, llegaba una monja para alimentarlos hasta que un día no llegó más. La noche que murió la religiosa los gatos maullaron hasta el amanecer y apenas salió el sol, estos desaparecieron días después que la monja fue enterrada.
Es apenas una de las tantas leyendas urbanas que se tejen alrededor del camposanto guayaquileño, y que han trascendido desde épocas antiguas.